«Muy útiles son también sus advertencias, animando a ser “buenos” enfermos, a no dejarse dominar por la enfermedad: “mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien, nadie se preocupa de mí, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que anda siempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su táctica consiste en fomentar una especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro de méritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural -¡cuando se ama!- el dolor"» (Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 124).