El deterioro de la memoria y de otras funciones cognitivas son procesos no lineales que obedecen a procesos de obsolescencia neuronal -natural o patológica-, que suelen acompañar a la etapa senil.
En la progresión de la enfermedad psíquica no sólo influyen las alteraciones en la actividad cerebral, que ocasionan una merma de las capacidades mentales, sino que también influyen su estado psicológico (anímico-emocional) y el entorno psico-social, puesto que la persona enferma tiene que lidiar también con los cambios de roles y modos de interacción con las personas que le rodean.
Resumiré los indicadores que según Tom Kidwood1 forman parte de una «psicología social maligna». La mayoría de las veces son elementos que el entorno (familia y cuidadores) utilizan de forma inconsciente y pretendiendo ayudar, pero con un efecto perverso sobre la persona enferma. Se ha podido demostrar que determinadas intervenciones exacerban síntomas (depresión, trastornos de conducta) e incrementan su grado de dependencia.
Con el fin de sacar más partido a ese conjunto de “prácticas malignas”, he anotado a continuación de cada una de ellas su versión positiva que las convierte en «competencias humanizadoras» que han demostrado tener poder terapéutico. Veamos cuáles son unas y otras:
1. Engaño/Traición– utilizar el engaño para distraer o manipular a la persona enferma y forzarla a la docilidad; por ejemplo, engañarle para darle un tratamiento, llevarle a una residencia donde permanecerá internada diciéndole que va a dar un paseo. Versus: decir la verdad que sea capaz de asimilar. Ser le leal, proporcionándole la información necesaria de forma inteligible.
2. Desempoderamiento /desautorización– no permitir a la persona enferma haga uso de las capacidades que posee o que utilice las habilidades conservadas; por ejemplo, impidiéndole hacer algo, en lugar de ayudarle a terminar las acciones que ha comenzado. Versus: potenciar sus puntos fuertes, sus capacidades y talentos; respetar sus áreas de autonomía y responsabilidad.
3. Infantilización– tratar con un exceso de condescendencia y sobreprotección; utilizar un tono paternal o maternal con la persona, como si fuese un niño pequeño. Versus: procurarle el trato que corresponda según su edad y posición social; mostrarle reconocimiento.
4. Intimidación– inducir miedo a la persona enferma, forzar su voluntad utilizando amenazas o la fuerza física. Versus: respetar sus derechos. Mover a través del poder del afecto y la confianza. No abusar de posiciones de poder o dominio.
5. Etiquetado– utilizar la etiqueta «demencia» como base para interaccionar con la persona y como explicación a cualquiera de sus comportamientos. Versus: desprenderse de presupuestos y esquemas preconcebidos que uniforman e impiden comprender la singularidad de cada enfermo y lo que experimenta interiormente.
6. Estigmatización– tratar a la persona como si fuese un objeto, un extraño o un extraterrestre. Versus: defender su dignidad; no penar la fragilidad.
7. Presionar/Desfasamiento– proporcionar información, presentar opciones, etc. a una velocidad que supera el ritmo que la persona puede asimilar; presentarle disyuntivas y alternativas a una velocidad que le resulta imposible procesar y resolver; presionarle para hacer las cosas más rápido del ritmo del que es capaz (por ejemplo, para vestirse, comer, asearse...). Versus: respetar sus ritmos; adaptar el horario y duración de comidas, la hora de levantarse y acostarse a sus limitaciones.
8. Invalidación– desautorizar su criterio, menospreciar su opinión, desatender su sensibilidad y sentimientos. Versus: reconocer la realidad subjetiva y experiencial: cómo se siente; dejar que se explique; reconocer su saber y su legado.
9. Exclusión– sacar del entorno o excluir del mismo a la persona enferma, física o psicológicamente (ej. no contando con ella como parte de la familia en las conversaciones, escuchar su opinión en la toma de decisiones…). Versus: acoger, proteger, apego; alimentar el sentido de pertenencia y los vínculos afectivos.
10. Objetificación– tratar a la persona como si fuese materia inerte. Por ejemplo, utilizar un lenguaje soez, utilizar formas bruscas, como empujarla para sentarla, obligarla a comer. Versus: poner corazón y delicadeza en las tareas del cuidado; tener presente la dimensión espiritual y religiosa que guarda toda persona.
11. Ignorancia– hablar o actuar en su presencia como si no estuviese allí. Versus: escucha, prestarle atención, mostrar interés sincero por sus cosas.
12. Imposición– forzar a la persona a hace algo sin tener en cuenta sus deseos o negarle la posibilidad de elegir. Versus: respetar su libertad, darle razón de las decisiones que le afecten. Respetar sus preferencias siempre que sea posible
13. Abandono- Soledad– no prestar la atención debida según sus necesidades; declinar sus deseos pudiendo complacerle sin causarle daño. Versus: acompañar, cuidar, prestarle pequeños servicios que le proporcionen bienestar;
14. Acusación– culpar a la persona por lo que hace o deja de hacer a consecuencia de su pérdida de capacidad o de su falta de comprensión de la situación. Versus: promover el prejuicio benevolente, que respeta el halo de misterio que esconde toda enfermedad psíquica; autoevaluación moral: ¿qué responsabilidad tengo? ¿En qué podría cambiar yo? ¿cómo mejorar mi competencia?
16. Mofa/befa– burlarse de las conductas o comentarios fuera de lugar o «extraños» de la persona enferma, humillarle o hacer bromas a su costa. Sonrisas de complicidad en su presencia. Versus: respetar su honorabilidad; actitud compasiva; mostrar comprensión.
17. Menosprecio– decirle a la persona enferma que es inútil e incompetente, hacer comentarios que hieren su autoestima. Versus: aprecio, poner en valor su historia y su legado. Caridad fraterna.
La toma de conciencia de estos indicadores puede ayudarnos a corregir defectos y adquirir buenas practicas que favorecen el bienestar de los enfermos, mejoran su pronóstico y hacen más grata la convivencia.
Lluís Segarra Molins
Fuente: Tom Kitwood. Dementia reconsidered, the person comes first. Open University Press (2008)
1 Tom Kitwood, reformula el concepto de demencia, integrando los factores psico-sociales junto a lo que el autor llama «el paradigma estándar» (refiriéndose al modelo bio-médico), es decir, centrando su formulación en la PERSONA.