Como sabemos, el envejecimiento comporta una reducción de la capacidad funcional del individuo. De ordinario hay un descenso de rendimiento en funciones intelectuales tales como: análisis, síntesis, razonamiento aritmético, ingenio e imaginación, percepción y memoria visual inmediata. Y un declive físico que afecta a la movilidad, a la capacidad sensorial (vista, oído) y al control emocional.
El mal humor y los comportamientos inadecuados en personas mayores suelen estar ligados a los procesos de envejecimiento patológico1 y a necesidades ocultas insatisfechas. ¿A qué necesidades nos referimos?, ¿cómo se manifiestan?, ¿sabemos cómo afrontarlas? Estas son las cuestiones que nos proponemos tratar en este artículo.
Podemos pensar en el llanto del bebé que necesita sentir en su piel el amparo de la madre, en la rabieta del crío al que sus padres niegan un capricho, en los sollozos del niño al sentirse solo en la oscuridad... Cualquiera de estas sensaciones nos aproximan a la experiencia del anciano frágil, que privado de su autonomía se ve obligado a recurrir a la ayuda de otras personas para sobrevivir. Las consecuencias de esta adversidad desencadenan una cascada de sentimientos negativos que, a menudo, le sobrepasan. Aprender a gestionarlas representa un desafío extraordinario para él y los que le cuidan.
Las necesidades ocultas son requerimientos psico-sociales que los humanos necesitamos satisfacer para prosperar, y que en los extremos de la vida requieren especial protección. Las llamamos ocultas porque, a diferencia de las de orden físico (nutrición, sueño, etc.), están en el subsuelo de comportamientos que con frecuencia juzgamos como molestos o inadecuados.
Veamos a continuación los sentimientos más frecuentes que emergen en la conciencia de los ancianos frágiles2:
∙ Sienten amenazada su libertad: miedo a perder el control de su vida y a que otros tomen por ellos decisiones que les afectan
∙ Frustración ante la pérdida de capacidades
∙ Tristeza ante la pérdida de la vida social y familiar
∙ Sensación de impotencia, desamparo, soledad...
∙ Es frecuente que piensen que no se les presta la atención debida
∙ Enfado ante la enfermedad y ante la reacción de los otros
∙ Sentimientos de inutilidad; ansiedad por el hecho de ser una carga
∙ Pueden sentirse preteridos, ignorados, superfluos, olvidados..., dejados al margen
∙ Pesimismo, nostalgia, tedio, apatía
∙ Cuando hay déficit cognitivo, son frecuentes los estados de confusión, extrañeza y desconcierto
¿Qué necesitan esas personas?
1. Identidad y dignidad de la persona
El respeto a la persona y a su dignidad implica hacer visible el reconocimiento, la confianza, la aceptación del otro como don: un “tú” sagrado e inviolable. Respeto en la singularidad de su modo de ser, a su intimidad y a su biografía; respeto a sus derechos fundamentales. Identidad significa saber quién eres, de dónde eres y de quién procedes. Supone tener continuidad con el pasado, es decir, una memoria, una historia en la que te reconoces y una narrativa que presentar a los otros3. En personas atribuladas por la desmemoria o el sufrimiento, preservar su identidad está estrechamente ligado a conocer su legado y las principales páginas de su biografía.
Recomendaciones: cuando la identidad narrativa del anciano se encuentra fragmentada o empieza a desdibujarse, resulta eficaz rememorar juntos episodios de su vida y poner en valor sus “hazañas”. Pedirles opinión sobre cuestiones que les interesan. Tenerlos al corriente de las noticias familiares. Decirles siempre la verdad que puedan asimilar: engañar, aunque sea para un buen fin, hiere la confianza y reporta malos resultados.
2. Comprensión, compasión y consuelo
La necesidad de comprensión, compasión4 y consuelo son especialmente grandes cuando se experimenta una pérdida importante: una aflicción o una falla en las facultades que pone fin a una manera de vivir establecida y confortable. Significa transmitir un tipo de calidez que proporciona fuerza y seguridad en situaciones de peligro: se expresa en forma de compañía, ternura, dulzura, proximidad…
Recomendaciones: la intuición y la afectividad son capacidades que suelen tener bien conservadas, por lo que son muy sensibles a los gestos de simpatía o de rechazo. Evitaremos, por tanto, las miradas despectivas, las “sonrisitas” de complicidad cuando hacen comentarios a destiempo o de impaciencia cuando cuentan, una y otra vez, la misma batalla. Como los ancianos se enteran más en modo afectivo que discursivo, aplicar una pedagogía de dureza y frialdad emocional como “castigo” a las demandas excesivas de afecto, no reporta buenos resultados: es preferible prestar atención para entender la razón de sus demandas, mantenerse firmes en los puntos esenciales y premiar oportunamente los esfuerzos que hagan por cumplirlos. Tratarles con paciencia y amabilidad: evitar las contestaciones bruscas, mantener la calma –¡Respira! ¡Cuenta hasta tres! –. Si perdemos los estribos lo más probable es que perdamos también la autoridad que otorga la confianza.
3. Compromiso
Los seres humanos necesitamos formar vínculos de los que emanan compromisos que, a su vez, genera una “red de seguridad” esencial para salir fortalecidos de la adversidad. La fractura de vínculos primarios, como son las relaciones que unen a padres e hijos, de fraternidad entre hermanos y de amor entre esposos, en un corto espacio de tiempo, puede tener afectos devastadores sobre el equilibrio psíquico y emocional del individuo. En nuestro caso, el valor “compromiso” funciona en doble sentido: del cuidador al enfermo y del enfermo al cuidador. Es importante saber que la necesidad de compromiso se mantiene en las personas con demencia; de hecho, puede ser tan fuerte como durante la primera infancia5.
Recomendaciones: “estar con”, “estar disponible” y “acompañar” son prerrequisitos del cuidado. Para poder mantener el compromiso de cuidar, el cuidador ha de cuidarse6, ha de preservar el propio bienestar físico, mental y espiritual; defender los espacios de intimidad y descanso a lo largo del día, hacer deporte y procurarse “respiros” los fines de semana.
4. Inclusión
La pérdida de facultades hace que el anciano sienta mayor necesidad de inclusión, quizás buscando ser el centro de atención o el apego afectivo hacia alguien. Cuando esta necesidad está descompensada es posible que se cierre sobre sí mismo, aparezcan vivencias de soledad, tristeza y desorientación. Cuando se ve satisfecha, el anciano se expande nuevamente al percibir que ocupa un lugar en su grupo de pertenencia. La familia es el lugar natural que acoge, nutre, repara y amortigua los golpes de la vida.
Recomendaciones: intensificar los vínculos –de amor entre esposos, de fraternidad y amistad– representa la fuente principal de ajuste socio-psicológico en el proceso de envejecimiento, debido a que es el medio que ofrece mayores posibilidades de apoyo y seguridad. Salvo casos extremos7, la solución no pasa por aislar al que causa molestias. Esa medida suele producir un sufrimiento grande y un deterioro mayor.
5. Ocupación
Estar ocupado significa participar en el proceso de la vida de una forma que sea personalmente significativa, desarrollando las capacidades y talentos para los que estemos dotados. El estado opuesto es el aburrimiento, la apatía, la futilidad.
Las raíces de la ocupación se encuentran en la infancia y en la juventud, momentos en los que se adquiere el sentido de agente, es decir, cuando nos percatamos de que podemos suscitar una respuesta en los otros y hacer que pasen cosas buenas y gratificantes en el mundo que nos rodea. Una persona puede estar ocupada sola o acompañada, ejerciendo una actividad obvia, o reflexionando o reposando. A menudo, la ocupación implica participar en algún proyecto, ya sea
profesional o de ocio. Sin la necesaria ocupación, se pierde motivación y autoestima8 y las capacidades que se poseían empiezan a atrofiarse.
Recomendaciones: para los ancianos frágiles los expertos aconsejan la práctica de rutinas dinámicas, como caminar, bailar, realizar tareas domésticas como la jardinería o cocinar. Ejercicios mentales como, por ejemplo, leer, jugar a juegos de mesa, pintar y escuchar música están especialmente recomendados en enfermedades degenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. Concentrar la energía vital en este tipo de actividades mejora la salud física, emocional y psicológica de los ancianos. Pero para una amplia población de personas mayores ese tipo de actividades centradas en el autocuidado resulta insuficiente. Una relativa buena salud y la disponibilidad de tiempo proporcionan una oportunidad de primer orden para poner al servicio de los demás el legado experiencial9atesorado a lo largo de la vida. Algunos ejemplos:
❖ Dedicar tiempo a tareas formativas y actualizar la propia formación para ser competentes en esa tarea
❖ Visitar y acompañar a enfermos
❖ Colaborar en iniciativas sociales; implicarse en un proyecto de voluntariado
❖ Asesoramiento, mentoring, etc.
❖ Participar en un club social, universidad para mayores, etc.
Corolario: la satisfacción de una necesidad oculta redunda automáticamente en el conjunto. Por ejemplo, una persona se siente más segura cuando percibe el compromiso hacia ella, se sentirá más capaz de poner atención en una ocupación, de distraerse menos debido a la ansiedad, y menos invadida por el miedo; como resultado de tener un nivel satisfactorio de ocupación, mejorará la autoestima, la sensación de ser valioso y valorado rehará la identidad. De esta forma, se pueden construir muchos círculos virtuosos que se convierten en viciosos. Por el contrario, la carencia reiterada de una de ellas contamina a las otras.
Dar cumplimiento a las necesidades ocultas enhebra un conjunto de virtudes íntimamente conectadas con la caridad cristiana. Ciertamente no existe motivación más poderosa que el Amor para sustraernos de nuestros egoísmos, ni tampoco otra fuente de sentido que dé razón más excelente al esfuerzo de vivir y dar la vida. Ahí radica el poder transformador del cuidar.
Lluís Segarra Molins, 27 de enero de 2023
Fuentes: parte de este artículo se inspira en la obra de Tom Kitwood: Dementia reconsidered: the pearson comes first. He contado con el valioso asesoramiento del Dr. Manuel Sánchez Pérez, médico psiquiatra.
1 El término envejecimiento patológico engloba todos aquellos procesos que se derivan de practicar estilos de vida no saludables (sedentarismo, adicciones –alcohol, al tabaco, a las drogas– y del impacto de enfermedades sobrevenidas (agudas o crónicas), como sucede por ejemplo en el caso de las enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer, Parkinson). Las caracteropatías pueden afectar al proceso de adaptación (grado de aceptación del inexorable proceso de envejecimiento) como sucede en las personalidades narcisistas, pero en sí mismas no constituyen una causa de "envejecimiento patológico" sensu stricto.
2 La demencia agudiza esas sensaciones y disminuye la capacidad de control sobre las mismas. La demencia no es un aspecto asociado inevitablemente con el envejecimiento, sino que es un trastorno neurodegenerativo que interfiere de forma evidente en la vida diaria de la persona que la padece, incapacitándola para realizar tareas cotidianas que anteriormente realizaba de manera habitual. La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa, que se incluye entre los tipos más comunes de demencia, pero no es la única. Entre las enfermedades neurodegenerativas se incluyen también la demencia con cuerpos de Lewy, los trastornos frontotemporales y la demencia vascular.
3 La forma que cada ser humano construye su propia identidad es única, pero no lo hace en solitario. De alguna forma la identidad de una persona es conferida por otros que le transmiten mensajes de reconocimiento sobre su biografía, su forma de ser, sus cualidades y carencias.
4 La compasión es sentir un amor alegre por alguien con quien se comparte el sufrimiento.
5 Bere Miesen (1992), que ha estudiado este aspecto con detalle, afirma que las personas con demencia se encuentran continuamente en situaciones que experimentan como “extrañas”, y que esto activa intensamente la necesidad de compromiso.
6 Las personas con demencia pueden tener alteraciones conductuales derivadas primordialmente del proceso neurodegenerativo, que explicarían una escasa respuesta a los esfuerzos de sus cuidadores. En este escenario no es infrecuente que los familiares se sientan culpables de no haber sabido cubrir adecuadamente alguna necesidad oculta que no siempre se puede identificar y esto les impulse a realizar un sobresfuerzo excesivo corriendo el riesgo de contraer un burnout.
7 Que debería avalar un médico especialista.
8 La necesidad de ocupación en las personas con síntomas de demencia lo evidencia, por ejemplo, su deseo de ayudar, de participar en actividades y excursiones. Se requiere una gran dosis de habilidad e imaginación para satisfacer esta necesidad sin imponer soluciones falsas, rudimentarias o fáciles. Cuanto más conocimiento se tenga sobre el pasado de una persona, especialmente sobre sus fuentes de satisfacción más profundas, más probabilidades hay de encontrar soluciones válidas.
9 Nos referimos a la sabiduría práctica, conocida como frónesis (del griego: Φρόνησις, phronēsis) y traducida también como `prudencia´, que comprende la habilidad para discernir cómo o por qué actuar virtuosamente en cada circunstancia, y fomentar la excelencia del carácter. A diferencia de la sofía, la frónesis es la habilidad para pensar cómo y por qué debemos actuar para cambiar las cosas, especialmente para cambiar nuestras vidas a mejor.